Evangelio, matrimonio y divorcio: un apoyo a la pastoral de la Misericordia, a la luz doctrinal de los preceptos evangélicos
1 diciembre 2016
Breve resumen de diversos estudios detallados sobre cada uno de los puntos tratados.[1]
El Evangelio de Mateo (escrito en griego) enseña dos veces (Mt 5,32 y 19,9) que Jesús no se opone al divorcio en caso de “porneia”. Sin embargo, en griego este término proviene de un verbo que significa pasar, comerciar; y porneia remite negativamente a los descarríos e infidelidades (religiosas, políticas, sexuales, conyugales…).
En el Antiguo Testamento, la traducción de los términos hebreos confirma este sentido, y de igual manera en el Nuevo Testamento, recoge un o un conjunto de faltas graves a promesas de índole variada, por ejemplo, promesas conyugales específicas realizadas durante la alianza establecida, trasgresiones de corazón, de espíritu y/o físico, a los ojos del cónyuge como a los ojos del cónyuge de otra pareja, y a los ojos de la ley de Dios, lo que traspasa el adulterio aunque incluyéndolo eventualmente. Como ese término no puede ser traducido por una sola palabra, se mantendrá porneia para evitar contrasentidos.
En Mateo 5,32a también el verbo griego final debe entenderse bien. De hecho, está en pasivo aoristo, y ha sido (mal) traducido al latín[2] por un activo presente entendido como un futuro: en realidad, este versículo significa lo contrario de lo que se ha entendido habitualmente, ya que Jesús se ha manifestado sobre el tema del marido que repudia a una mujer inocente: Aquel que repudia a su mujer, fuera del caso de porneia, le hace cometer adulterio.
Los preceptos de la alianza en un matrimonio (Mt 5,32 a y b, Mt 19,9, Mc 10,11, Lc 16,18 a y b, Mt 5,28-32) forman una unidad de una coherencia remarcable. De acuerdo con la prácticas de su época (androcentrismo, frecuencia de la poligamia, separaciones fáciles, repudio únicamente de los hombres, mujeres sin derechos, posibilidad de nuevo matrimonio para todos), Jesús iguala hombres y mujeres, y prohíbe todo repudio injustificado, de ahí las reacciones de sus discípulos. Hay que terminar con la injusticia disimulada bajo el legalismo y el literalismo minimalista. Estos principios son actuales, valen para todos y la pastoral no se opone a la doctrina.
Es a partir del Génesis y de lo que es una alianza en sentido más general, que Jesús reclama la bondad de toda alianza hecha entre dos seres; apela al perdón allí como en otros lugares, pero tiene en cuenta la justicia y compasión del hecho que esta alianza no es, por desgracia, respetada siempre y puede convertirse en letra muerta.
Los fariseos le tendieron una trampa, algunos interpretaron el texto mosaico como permisión de todo repudio a aquellos que entregaban a sus mujeres una “carta de ruptura” (sentido hebreo exacto): Jesús responde señalando la falta oculta en estos corazones a fin de distinguirla entre lo que es legítimo, de aquí su silencio final.
Él declara que un repudio, formalmente legal aunque injustificado, impone unilateralmente a una persona inocente, está en realidad, a nivel de adulterio: señala a la persona en falta su responsabilidad en el sufrimiento injusto de su cónyuge y en la ruptura de la alianza, pero no establece en ninguna parte, que se le cierre el camino de misericordia que ha abierto a todos, en particular por su Iglesia.
Él legitima excepcionalmente el divorcio en caso de que uno sea culpable de porneia para con el otro.
La ley judía permite indistintamente a los excónyuges poder volverse a casar y en esto no hay oposición.
Una persona no puede llevar la falta del (de la) otro/a y reconocerle un estatus a la víctima.
Coherencia con el resto del mensaje de Jesús, lógico, de sentido común, justicia, derecho, señala un camino de libertad exigente y de amor misericordioso dando por otro lado toda su amplitud a la ley y a su espíritu.
“Que el hombre no separe lo que Dios ha unido[3]”: la invitación de amor de Jesús continúa iluminando a la humanidad y en particular a las familias, a la Iglesia y sus pastores y sabe curar las heridas.
Marguerite Champeaux-Rousselot, para el colectivo Agathe Dupont
[1] Textos completos en el sitio web Centre Lumen Vitae on line, sección Nouveautés du mois, o en el sitio web de la CCBF, o bien en https://recherches-entrecroisees.net/. Se puede también consultar el Collectif.
[2] El texto original no significa, contrariamente a lo que se afirma con frecuencia, que los divorciados A y B cometerán adulterio (futur actif) en caso de nuevo matrimonio (condición sobreentendida por necesidad lógica). De hecho, la acción del verbo pasivo fue hecha por A, aquel que repudia (en Mat 19,9, el caso de un hombre), sobre B (aquí, una mujer) que es inocente, un tiempo que designa una acción breve y no puede desarrollarse, visto el contexto, en pasado o presente: literalmente A hace a B haber estado equivocada, haber sido víctima de adulterio: el texto griego del Evangelio es entonces a la inversa de lo que se ha supuesto a partir de la traducción errónea al latín (facit eam moechari: hacer cometer a esta adulterio): verbo final deponente en presente activo) que ha servido para las lenguas vivas y ha orientado la reflexión de la Iglesia en el tema del matrimonio.
[3] El verbo griego sirve para el arreo de los bueyes, la balanza y su astil, e insiste en el acto de cojuntar: no se trata de una fusión que ha hecho uno, sino de una unión, combinación o alianza que por naturaleza no debería romperse.